En este mundo que corre, que busca atajos, inmediatez y además resultados perfectos… nosotros elegimos lo contrario: la lentitud, la imperfección y la verdad del oficio.
En Sal de Coco lo tenemos claro:
NO a la artesanía cómoda. SÍ a la artesanía honesta.
La artesanía cómoda es esa que se adapta a la prisa, al hazlo rápido, al ¿lo puedes tener para mañana?, al da igual, mientras se parezca.
Es la artesanía que se simplifica, se abarata, se despersonaliza. La que renuncia al alma para encajar en un ritmo que no le pertenece.
Pero la artesanía de verdad ,la que huele a tierra, la que pasa por manos, la que se cuece dos veces, la que falla, renace y se vuelve a intentar, no cabe en ese molde.
La artesanía real exige tiempo, para que el barro respire. Escucha, para entender qué quiere ser cada pieza. Y errores, sí, porque sin grietas no hay aprendizaje. Proceso, aunque a veces duela, aunque no sea rentable, aunque no siempre tenga sentido desde fuera.
Es un camino lento y lleno de decisiones pequeñas: detenerse, lijar a mano, esperar un día más, cambiar la curva de cocción y empezar de nuevo.
No es cómodo. Es hermoso.
En Sal de Coco defendemos una artesanía que no se automatiza, que no se delega en una máquina, que no busca parecer industrial.
Cada pieza tiene esencia y personalidad, un recordatorio de que todavía hay objetos que no nacen en serie, sino en intimidad.
Piezas que llevan dentro a Cabo de Gata, a sus volcanes, a sus mares quietos, al olor del esparto, al tacto seco del viento de Levante.
Piezas que cuentan una historia. La tuya. La nuestra. La de esta tierra.
Porque la comodidad mata lo auténtico. Porque la prisa rompe lo que debería ser ritual. Porque la perfección industrial no puede competir con la emoción de lo hecho a mano.
Y sobre todo, porque lo cómodo no deja huella.
La artesanía sí.
Decimos NO a la artesanía cómoda porque queremos seguir creando piezas que conmuevan, que cuenten, que acompañen. Piezas hechas desde la calma, desde el respeto a la materia y desde un territorio que nos inspira cada día.
Seguro que tú también lo has sentido alguna vez: cuando sostienes algo hecho con esas manos, con ese tiempo, con esa intención… lo notas. No hace falta que nadie te lo explique. Está ahí, en el peso, en la textura, en la imperfección que no molesta sino que abraza.
Por eso seguimos eligiendo lo incómodo. Porque es lo único que nos mantiene despiertos, presentes, honestos.
Y porque creemos que eso no se imita.
Eso se siente.
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